En su gran relato –tan desencantado como alentador– de la Modernidad, Todo lo sólido se desvanece en el aire, Marshall Berman nos decía: “Nada es seguro más que el propio cambio”.

El cambio es la única constante de la Modernidad. Todos los sistemas y saberes, entornos y contextos, tiempos, duraciones y alcances, están en permanente movimiento y continuarán estándolo. Esta compleja contemporaneidad, repleta de dudas, inquietudes, dinamismo, intentos de adaptación, re-adaptación, búsquedas de invención y necesidades de re-invención, es la que estamos experimentando como individuos y sociedades, intentando pensar y pensarnos –individual y colectivamente–, actuando y comunicando a velocidades que por momentos atentan contra la reflexión en torno al contexto sobre el que estamos actuando, nuestros roles e incumbencias y nuestras formas de comunicación en este escenario histórico que Manuel Castells definió como La Era de la Información