historia del mundo

Como los procesos de diseño no pueden estar disociados de los acontecimientos historicos les dejo este libro Ernst H. Gombrich Breve Historia del Mundo del mismo, si bien todo es interesante son de lectura obligatoria los capitulos abajo enumerados. los mismos les van a servir de contexto para comprender los cambios.


EL HOMBRE Y LA MÁQUINA.....195
MÁS ALLÁ DE LOS MARES .....202
DOS NUEVOS ESTADOS EN EUROPA...208
EL REPARTO DEL MUNDO ......... 215
EL RETAZO DE HISTORIA UNIVERSAL VIVIDO POR MÍ. UNA
OJEADA RETROSPECTIVA ...........222

textos 1

en el link van a encontrar un directorio donde dejo los textos que usamos

bases para el articulo del final de la cursada

RECUERDEN:
el trabajo se realiza en grupos de 2 (DOS) personas.
se debe escribir un abstrac o resumen de hasta 200 palabra explicando la idea a desarrollar en el articulo que sera leido por los integrantes al final del cuatrimestre.

Concurso de afiches

Branca lanza la 4º edición de su Concurso de Afiches Arte Único. Este año bajo la temática “Un lugar en el mundo”. Tenés tiempo hasta el 15 de noviembre, ¿Qué esperás para anotarte? Entrá a www.arteunico.com.ar y conocé las bases

Argentinismos de M. Caparros

En este concepto del DCV informado no solo de los aspectos propios de su profesion sino de la realidad que lo rodea posteo el libro de Caparros que creo nos invita a la reflexion




Campo
sus. mas. sing., argentinismo. el conjunto de explotaciones ligadas a la agricultura y la ganadería y, sobre todo, por metonimia, sus explotadores. 2. el núcleo y reservorio de la Argentina auténtica, su defensa contra todos los intentos de malearla, ahijuna canejo.


Sucedía en 2008, sigue sucediendo: los granos aumentan, y nosotros ganamos con esos aumentos –y millones pierden. Nos hacemos los boludos, no queremos verlo: nuestra prosperidad les está costando carísima a millones y millones. La Argentina salió de la crisis gracias al aumento del precio de los granos: por estos precios, millones de personas se mueren de hambre. Por estos precios, por ejemplo –por la exclusión que producen esos precios–, empezó en los últimos meses la rebelión de los países árabes. El hambre tiene causas, efectos, víctimas, beneficiarios. Nosotros, argentinos, ahora vivimos del hambre. Hambre es una palabra deplorable. Poetas de cuarta, políticos de octava y todo tipo de plumíferos fáciles la han usado tanto y tan barato que debería estar prohibida. El problema con esos conceptos viejos y gastados, neutralizados por el uso berreta, es que de pronto un día algo te hace volver a verlos como si fueran nuevos, y ahí explotan. A mí me pasó, estos últimos años, en África.
En África, las grandes ciudades miserables como Addis Ababa se explican por el hambre. Por hambre migran millones desde los campos hacia esas ciudades: está, antes que nada, la esperanza de que allí la vida va a ser otra. Cuando muchos, la mayoría, se desengañan, igual se quedan: el hambre en la ciudad es espantoso y sucio pero siempre puede aparecer algún recurso, la limosna, la changa, la basura de los ricos o de los menos pobres. En el campo, en cambio, el hambre es sólido, macizo: si no hay grano no hay grano, y no se come. Es intolerable que haya personas –en Argentina, demasiadas– que no comen todo lo que debieran; en Níger, Etiopía, Liberia, el hambre es morirse de hambre, pueblos enteros que no comen nada.
O sea: las ganancias tan legítimas por las que discutieron encarnizados los doctores Kirchner y el campo –y más en general, las ganacias extraordinarias que permitieron la recuperación de la Argentina– producen sufrimientos espantosos. No digo que sea a propósito. No, por favor. Nosotros pasábamos por ahí cuando los chinos decidieron empezar a comer y las leyes del mercado hicieron que los precios subieran y las leyes del mercado hicieron que millones no pudieran comprar más comida y se murieran pero a mí por qué me miran, yo hago mi trabajo, yo defiendo lo mío y trato de venderlo lo más caro posible porque así son las leyes del mercado y yo justo estaba ahí, qué culpa tengo.
Es cierto –supongamos que sea cierto. Pero es bueno tenerlo presente: cada centavo gastado en punteros y gobernadores y trembalas y prebendas varias, cada hilux nueva reluciente, cada día de joda en Maldonado, cada restorán nuevo en Puerto Madero, cada departamento a estrenar en Rosario sólo son posibles porque aumenta la demanda de granos, los precios suben, los más pobres ya no llegan a pagarlos, no comen y se mueren –o matan o solamente agonizan lo más largo que pueden.
La plata de nuestra prosperidad es plata muy sangrienta. Y es probable que siga llegando: sería bueno, entonces, por lo menos, recordar lo que cuesta y no gastarla al pedo. Usarla, por lo menos, para pensar y hacer un país en serio.
Y hacerse cargo de ese costo, y buscar el modo de compensarlo un poco. Una posibilidad: que las partes acepten que la solución salomónica no consiste en cortar el niño en dos sino en dárselo entero a quien le corresponde. O sea: que ese porcentaje de retención que se siguen disputando el campo y el gobierno se use íntegro para formar un fondo contra el hambre –en la Argentina, para empezar y, si queda, en el resto del mundo. Es una idea y es, sobre todo, una forma de hacerse cargo de que si prosperamos, es a costa del hambre de millones. Y que no debería resultarnos tan cómodo, tan fácil, tan barato.